Un concurso artístico en Trabajo Social no funciona igual que un espacio científico. Los concursos planteados en la profesión hasta ahora tienen demasiados errores, algunos bastante graves. Es necesario mejorarlos para que de verdad se ponga en valor el arte. Estas y otras afirmaciones han sido el punto de partida para este (largo) post escrito a 4 manos entre Alejandro R. Robledillo y yo.
Poniendo en contexto
Hace ya casi 1 mes fue el XIII Congreso de Trabajo Social en Mérida. En este evento, hubo una sección denominada “ParticipARTE” en la que se buscaba se presentarán propuestas artísticas sobre el Trabajo Social. Y yo estuve implicado en este concurso siendo evaluador (como ya conté por aquí).
Este, por supuesto, no era el primer concurso artístico en Trabajo Social. También hubo uno literario en el pasado CIFETS (celebrado en Logroño en abril de 2016). O el de Fotografía Social, organizado por el Colegio de Castilla La Mancha (que tuve la suerte de ganar en categoría individual). Y algunos más a los que, personalmente, no presté tanta atención.
En todos ellos, siempre he realizado mis propias valoraciones sobre como estaban planteados. Era inevitable siendo yo un profesional del mundo artístico. Y siendo siempre insistente (vale, algunas veces lo soy en exceso) con la necesidad de aunar Arte y Trabajo Social.
Todos estos análisis los solía compartir con mi buen amigo Alejandro Rodríguez Robledillo. Y la verdad, las charlas eran más que interesantes. Porque él, como trabajador social y escritor acostumbrado a concursos literarios (incluso por haber participado en algunos de los lanzados desde la profesión), tenía un más que buena visión que me hacía reflexionar.
Estas conversaciones siempre versaban sobre una cuestión: ¿cuáles son los principales errores y aciertos de los planteados hasta ahora? Y pasaba que normalmente veíamos muchos más errores que aciertos. Encima los considerábamos bastante graves. Pero recientemente, charlando del concurso del #CongresoTS (especialmente sus fallos), de pronto dimos la vuelta a la cuestión. Así, nos acabamos preguntando ¿cómo organizar un concurso artístico en Trabajo Social?
¿Cómo debe ser un concurso artístico en Trabajo Social?
Dicho todo lo anterior, Alejandro y yo decidimos abordar conjuntamente esta cuestión. Nos pareció a ambos interesante contar nuestra visión, a modo de “conversación” o “autoentrevista”. Así, escribir un post a 4 manos. Y para ello estimamos oportuno hablar en torno a los 5 aspectos más importantes de un concurso artístico.
CALIDAD
Israel Hergón (IHG)
A mi parecer, la calidad debe ser el eje primordial sobre el que debe pivotar el concurso. Si queremos que sea realmente artísticos y ponga en valor la profesión, debemos hacer que este aspecto sea lo más alto posible.
Claro está, podemos aludir a que para gustos los colores. Pero por eso creo muy necesario un jurado entendido. No se debe dejar como criterio para valorar la sensibilidad artística, que todas las personas la tenemos. Son necesarios criterios objetivos y “medibles”, como el grado de consecución del objetivo, en qué medida expresa el tema planteado o cuánto trabajo se percibe detrás de la propuesta.
Planteo esto porque esa ha sido mi experiencia en espacios artísticos donde me han valorado de esta manera. O, incluso, en algún jurado que me ha tocado formar parte. Así que, en definitiva, para que de verdad apostemos por la calidad artística hay que escuchar la opinión de los propios artistas.
Alejandro R. Robledillo (ARR)
Es muy difícil medir algo como “la calidad de una obra artística”. Pero lo que sí es objetivo es que cuando a un concurso solo se han presentado tres trabajos, posiblemente la calidad del ganador/a sea menor que si se hubiesen presentado cuatrocientos.
Luego está la calidad de “las obras ganadoras”. Ahí lo que sí que aprecié, cuando hablamos de literatura, es la ausencia de artistas, o estudiosos del arte en dichos jurados. Comprendo que toda la gente se sienta con la capacidad de valorar un texto y juzgar si es mejor o peor que otro. Total el gusto es como el culo… todos tenemos uno.
Pero sucede como con la música, por sonar, a una persona le puede sonar mejor Enrique Iglesias que Milt Hinton. Pero cualquier persona sensata que se viese en la situación de tener que conceder un premio musical, cedería dicha responsabilidad a alguien que sepa de música.
La literatura no es distinta. Hay más criterios que el “suena mejor o peor”. La complejidad de una obra ha de verse en su propio contexto histórico, tendencias literarias del momento, complejidad técnica etc… Y sí que aprecio que dichos aspectos se dejan un poco de lado. Al final si se aprecia que las obras “fáciles”, el “Pop” actual de la literatura, sucumbe ante obras mucho más complejas y elaboradas.
PREMIO
IHG
Este aspecto tiene mucha relación con el anterior. De hecho, este será uno de los motivantes para conseguir mayor calidad. Porque, a mejor premio, más ganas de hacer un buen trabajo artístico (siempre y cuando la valoración de valor a la calidad de verdad). A parte de eso, se puede afirmar, casi con total certeza, que un buen premio aumentará la cantidad de propuestas.
Partiendo de eso, para mí es importante que de partida, se plantee cuál es el valor económico que queremos otorgar a ese concurso. Desde ahí surgirá uno o varios premios. Esto lo digo porque el arte también se mide en términos económicos, por factores como el tiempo de implicación o los recursos utilizados. De hecho, muchas personas son profesionales del arte y es su trabajo.
Ahora bien, el premio no tiene porqué ser siempre económico como tal (considero debe ser siempre la primera opción). Quizá hay veces que no no hay posibilidad de ello y no reniego de otras fórmulas. Eso sí, estas alternativas deben siempre tener el mismo valor económico, en forma de prestigio, promoción y difusión, visibilidad… Además, lo que nunca podemos hacer es que a la persona le cueste dinero recoger el premio. Así que, en caso que los haya, se debería asumir los gastos (solo lo entiendo si realmente compensa en términos de rentabilidad económica).
ARR
Este tema a mí me parece indignante, cuando convocan un concurso artístico dá la impresión de que nos están haciendo un favor.
En estos dos últimos años hemos visto en España dos encuentros muy importantes de profesionales. En uno de ellos fui premiado. Para poder recoger ese premio tuve que gastarme la friolera de 600 euros, porque me cobraron hasta la entrada al evento. El premio eran dos botellas de vino y una de aceite. Y por lo que me consta, en el último evento pasó exactamente lo mismo.
Desde fuera y desde dentro lo que se aprecia no es un esfuerzo por “promocionar el arte”. Sino un esfuerzo por “conseguir que la gente se inscriba” al precio que sea. Incluso jugando con las ilusiones de la gente. ¿A quién no le hace ilusión ganar un concurso?
Creo que aquí hay una línea roja que no se puede traspasar. Es bochornoso cobrar a la gente por darle un premio.
BASES
IHG
Como yo las veo, las bases son el marco del concurso artístico. No es dónde se asienta, sino que nos dará unas limitaciones que nos determinará la cantidad y calidad de los trabajos recibidos. Pero, a la par, pueden servir para abrir puertas y fomentar la creatividad.
Para poder hacerlas correctamente creo necesario leer muchas de buenos concursos (no hace falta que sean los grandes conocidos, tan solo de bien planteados). Digo esto porque siento que falta cierta formación y conocimiento. Y no siempre el primer enlace Google nos da buena respuesta a lo que queremos.
Así, hay que saber adaptarlas al público al que nos vamos a dirigir. Han de ser claras y concisas, que no generen múltiples interpretaciones. Y han de contemplar aspectos básicos como: objetivos del concurso, quiénes pueden participar (ámbito territorial, edad, género, profesión…), temporalidad, proceso de envío / forma de participar, premio y jurado.
ARR
Aquí se nota y mucho la falta de conocimiento. En un concurso literario los criterios y pliegos suelen ser muy amplios y complejos. Y eso se debe a que un escritor ha de valorar no solo si le interesa el premio, también si las condiciones generales del concurso le son interesantes.
Hasta tal punto llega el desconocimiento que por poner un ejemplo una vez participé en un concurso en nuestro ámbito laboral, en donde se publicó mi trabajo… ¡y se registró!. En ningún punto de las bases ponía que mi texto pasaba a ser propiedad de esa entidad. Ahora resulta que si lo incluyo en uno de mis libros me podrían demandar.
Otro ejemplo que puedo poner son bases con criterios innecesarios, que desaniman a los/as creadores/as a participar. Por poner un ejemplo inventado pero que se aproxima mucho a lo que he visto:
“Se dará preferentemente el premio a alguien del pueblo pero puede participar cualquier ciudadano español”. Eso es sencillamente ridículo e innecesario. Desalientas a la gente a participar e incluso he visto a personas enfadadas. Esos criterios son propios del jurado, él puede permitirse, sin dar explicaciones, seleccionar obras con esa preferencia.
Pero solo unos pocos ejemplos de cientos que podría poner. Y muchos de ellos pueden acarrear serios problemas. Por eso creo que es imprescindible que cuenten con gente que tenemos experiencia en este ámbito.
DIFUSIÓN
IHG
Aquí hay que partir de la base que una buena difusión puede hacer aumentar la participación exponencialmente. Por supuesto, tendrá mucho que ver con quiénes pueden participar. Pero en esto también está una buena clave. Porque me resulta más que positivo y oportuno que los posibles participantes sean quienes difundan.
Desde esto, adelantándome al siguiente punto, también considero más que positivo generar sinergias con entidades relacionadas del ámbito artístico. Así, buscar apoyos en asociaciones, escuelas, agrupaciones, centros de formación, clubes… específicos del ámbito artístico al que se refiere el concurso.
Esto lo digo, incluso sin ser abierto a profesionales del arte. Porque nunca sabemos dónde puede haber un profesional del sector social, ya que en muchas de estas entidades también están presentes aficionados y amateurs. O artistas profesionales que “no ejercen” el Trabajo Social (pero si tienen la titulación).
ARR
De nuevo veo cierta “inexperiencia”. ¿Cómo es posible que estando en todas las alertas de concursos, los de trabajo social me tenga que enterar siempre por mis amistades? ¿Cómo se entera el resto? Aquí tenemos una respuesta a la escasa participación.
Los concursos artísticos tienen su propias fórmulas de difusión. Saber buscar concursos es todo un arte. Hacerlo bien te permite entrar en más concursos que la competencia. Y esas “técnicas” cada escritor las guarda con mucho celo. Calculo que en el de las artes escénicas o plásticas pase lo mismo.
De nuevo me parece que deberían de contar más con la gente que conocemos “el mundillo” y tenemos acceso a esos canales de difusión. Incluso creo que se podría aprovechar nuestras redes sociales para promocionar e implicar a nuestro público. Si tu eres un profesional de las artes escénicas es muy lógico que en tu público tengas a mucha gente que le interesa el tema. Y esos son potenciales participantes.
ORGANIZACIÓN
IHG
Este último punto parte de una idea: la necesidad de contar más y mejor con profesionales del mundo artístico. Considero que es más que oportuno abrir las miras y no cerrar las puertas solo a la gente de la profesión. Con esto no quiero infravalorar la creatividad y el talento que haya en el Trabajo Social (que seguro hay mucho más de lo que conocemos).
Si planteo esto es porque he visto una carencia en los concursos artísticos planteados: falta visión y mirada artística. Esto, a mi parecer, ocurre primero, por no darle el valor que tiene. Y, segundo, porque realmente no se apuesta por la confluencia de ambas disciplinas. Incluso, digo más, por las amplias posibilidades de hacer ARTE, con mayúsculas, el Trabajo Social.
Así, como decía anteriormente, es más que oportuno contar con entidades del ámbito artístico para buscar apoyos. Estas entidades pueden dar más que difusión, siendo patrocinadores por ejemplo. Pienso, por ejemplo, en que a una marca de productos fotográficos le puede interesar patrocinar un concurso de fotografía. O a una escuela de escritura coorganizar un concurso de relatos. Y cuando digo entidades, digo profesionales del arte que trabajan de manera autónoma (para ser jurado, por ejemplo).
Claro está, para conseguirlo resulta más que positivo para el Trabajo Social que se abran los concursos a la participación de ARTISTAS (con mayúsculas). Porque esto puede conllevar una calidad altísima. Y, a mayor calidad, llegaremos a más público. Y, al llegar a más público, tendremos más y mejor difusión de la profesión.
En definitiva, hay que entender que un concurso artístico no funciona igual que los espacios científicos a los que estamos acostumbrados (concursos, congresos, revistas…). Por eso es necesario dejarse asesorar. Para dar un verdadero paso al frente de lo que ha habido hasta ahora.
ARR
Algo de lo que hablamos muy habitualmente es de esa necesidad. Existen muchas personas en la profesión que desarrollan alguna actividad creativa, a nivel profesional o amateur. Cuando se publicita a algún concurso es muy normal vernos (yo me incluyo) graznar enfadados/as ante las insensateces que se plantean. Y eso parece que no quieren verlo. No quieren ver que existe un grupo de personas que saben de lo que hablan y les están tirando de las orejas.
Estos “graznidos” pueden ofender a muchas personas, soy consciente de ello. Pero no pueden esperar de brazos cruzados que seamos nosotros/as quienes nos ofrezcamos como si esto fuese “una revisión a pares” o “una propuesta de comunicación”. Ese es su fallo. Abordan dos fenómenos muy distintos con las mismas fórmulas. De nuevo piensan que tenemos que ofrecernos nosotros a colaborar, y parece que “nos están haciendo un favor”.
Pueden dejarnos opinar a toro pasado sobre lo que hicieron bien o mal, o pueden contar con nuestra opinión antes. Pero en cualquier caso es más que previsible que saldremos a la palestra. Y lo haremos con nuestras fórmulas, incluso buscando controversias y conflictos: Roald Dalh insultando a la gente en el cine; Dalí insultando a Picasso; Paco Umbral y su ¡Aquí he venido a hablar de mi libro!; Bob Dylan dejando colgado a los del Nobel… Los artistas se alimentan tanto de las polémicas como de los reconocimientos. “Si no quieres hablar bien de mí, tendrás que hablar mal. Pero ignorarme no es una alternativa”.
En definitiva, lo que pasa es que no están acostumbrados “al mundillo” y sus extravagancias.
Una conclusión y una aclaración
Con lo dicho, creo que cualquiera puede sacar algunas conclusiones sobre como organizar un concurso artístico en Trabajo Social. Pero, sobre todo, hay algo que ha salido mucho en la «conversación»: lo oportuno, positivo y necesario de contar con profesionales del ámbito artístico. Porque consideramos que muchos de los errores han sido por no cumplir este hecho (o se ha hecho vagamente). Y que con ello se daría un gran salto de calidad.
Para organizar un concurso artístico en Trabajo Social, resulta oportuno, positivo y necesario contar con profesionales del ámbito artístico. Y también para dar difusión, ser jurado, asesorar en las bases…
Por último, decir que es cierto que Alejandro se ha centrado más en los concursos literarios y quizá ha puesto mayor foco en esos grandes errores. En cambio, yo he sido algo más amplio a la par que he querido dar algunas ideas. Pero cuando ambos planteamos este artículo, lo hicimos pensando que lo interesante no era la visión suya o mía por separado. Sino que lo positivo estaba en la confluencia de visiones. Porque con ella hacíamos una crítica mucho más constructiva para mejorar los concursos artísticos en Trabajo Social.
[Imagen destacada: basada en «Fondo concurso con bombilla y lápices». Fuente: Freepik]
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