Un cocktail con dos formas muy diferentes de Teatro Social. Un primer plato que no llena de más, y un segundo que me dejó un regusto especial. Una tarde de esas que te dejan reflexionando un largo rato. Unas propuestas teatrales aparentemente sencillas, pero con mucho trasfondo y una buena base. Todo esto fue y presencié en mi tercer día en el II Festival Con-Vivencias.
Para empezar, un salpicón muy apetecible
La tarde arrancó acudiendo a ver el «Salpicón LGTB», propuesta del grupo de teatro de la Fundación 26 de Diciembre. El grupo está compuesto por personas LGTB (aunque esta abierto a cualquier persona), y dirigido por Francesco Chiavon (actor y director italiano afincado en España desde hace unos 7 años).
Este proyecto lleva algo más de 2 años en la Fundación, que trabaja con el colectivo de personas mayores LGTB. Desde el trabajo a lo largo del año en el taller, se han creado diferentes escenas cortas que, en conjunto, plantean hablar sobre diferentes aspectos: «salir del armario», el VIH/SIDA, la transexualidad o la represión durante el Franquismo.
La propuesta está enfocada como un teatro más puro, sin un dialogo con el público. Aunque si se rompía la cuarta pared de una manera, con un presentador que introducía el tema de cada escena, finalizando con una cuestión o dónde había que poner el foco de atención de lo que íbamos a ver.
Esta manera diferente aporta una alternativa al Teatro Social más habitual, en el que la pregunta o reflexión se lanza al final. El hecho de lanzarla al inicio, consigue condicionar la mirada del espectador. Pero no me resulta negativo porque, de esta manera, se define en que conflicto concreto se quiere trabajar y porqué se ha decidido contar esa historia. Y, por ejemplo, me permitió entender mucho mejor una de las escenas, al saber que fue un 26 de diciembre (de 1978), cuando se derogó la «Ley de vagos y maleantes», que incluía la represión de los homosexuales (desde su modificación en 1954).
Después, una «ensalada de encuentros»
Posteriormente tocaba turno de propuesta teatral en calle. Una propuesta que me tocaba de cerca, que conocía… y motivaba especialmente. Era el Teatro Encuentro de los alumnos y alumnas de La Dinamo Escuela, que habían enmarcado bajo el título «¿Y tú, a que has venido?”
Primero resaltar que resultó fantástico ver que había gente en la plaza esperando la llegada de los artistas. Es cierto que la mayoría eran amistades y familiares. Pero, ya sabemos que ocurre, un conglomerado de gente en plena calle capta la atención. Y no fue extraño ver durante la tarde que había alguna gente que se paraba y quedaba a escuchar.
Este último aspecto es algo que valoro positivamente. De pronto, una plaza que habitualmente tiene una vida, suelen estar las mismas personas, había cambiado algo en ella. De pronto, la Plaza de Tirso de Molina tenía un color y una energía diferente. Incluso un sonido, provocado por los aplausos que el «publico» otorgaba a algunos artistas. Y todo eso, al fin y al cabo, es una manera de transformar la realidad, el espacio en este caso. En definitiva, hacer intervención social comunitaria.
Pero en esta ocasión no quise ser solo yo quien lo valorase. Porque reconozco que tengo algo «distorsionada» la mirada, al ser unas de las técnicas que más me entusiasman. Por eso pregunté a varias personas que escucharon algunos de los Teatro Encuentro. Quise saber la opinión y reflexiones de gente que no lo conociese.
La primera fue Minerva, amiga de uno de los organizadores del Festival. Ella me contó que había acudido casi de casualidad, aunque desconocía en qué consistía ni había visto algo similar. Pero, tras verlo, agradecía que “hubiesen partido de problemas personales, porque es una buena forma de establecer relaciones y vínculos». Además, explicaba que, para ella, «retoma la consigna de que lo personal también es político. Y que las historias hablan de lo que somos socialmente y los problemas que tenemos actualmente». En definitiva, consideró que «es una propuesta que, aunque no resuelve el conflicto, visibiliza el malestar. Por eso es muy valiosa. Incluso, diría que importante, con mayúsculas».
Por otro lado recabé el testimonio de Sonia, actriz componente de «Salpicón LGTB». Resaltó que «no es una simple historia, sino que surge desde lo personal”. Esto le había hecho sentir que “los actores y actrices se desnudaban frente al otro». Por ello, quiso dar la enhorabuena, “porque para eso hay que ser muy valiente».
En último lugar, pregunté a Paloma, una psicóloga castellonense, con experiencia en Teatro Social, residente en Madrid desde hace unos meses. En la charla que mantuvimos, partiendo de que le habían contado en que consistía, compartió una pequeña critica de mejora: «que al ser un encuentro organizado, ha faltado que los artistas fuesen más al encuentro de la gente, en vez de a la inversa, como ha ocurrido». He de decir que yo estuve de acuerdo (también me lo comentó Minerva de hecho), aunque si que sé que hubo algunos artistas que fueron a la gente de las terrazas de la plaza, por ejemplo. Igualmente, Paloma destacó que «se notaban que eran historias reales, sobre sus vivencias, con las que resultaba fácil identificarse”. Por eso consideraba que “es una propuesta fantástica que se enfoca más a la transformación personal, tanto del que escucha como del que actúa».
Y hoy domingo toca…
Hoy domingo es mi último día cubriendo como blogger el Festival de Teatro Social Con-Vivencias. El evento continuará, pero serán las últimas actividades a las que yo puedo acudir. Primero, tendremos un encuentro entre alumnos y alumnas de La Dinamo Escuela (que justo acaban la formación) y componentes de Cía. La Carpa Teatro Social (formada de la primera promoción de la escuela, el año pasado). Una oportunidad para conocernos ambas promociones, tejer red, hacer familia. Y, quizá, generar sinergias.
En segundo lugar tocará presenciar la obra de Teatro Foro «Desempañando la mirada», llevada a cabo por TRES Social, que denuncia de la estructura de las violencias patriarcales y capitalistas. La cita, a la que os invito a acudir, es en el Centro La Tortuga, a las 20:30 h. y entrada a 5 €. Vamos, una ganga para venir a disfrutar de una tarde de buen Teatro Social.