¿Es aplicable el Teatro Foro para analizar una vivencia sin necesidad de llevarlo a cabo como tal? ¿Puedo analizar una vivencia personal desde una mirada profesional? ¿Qué me aporta este tipo de análisis? ¿Y si además lo comparto? Todas estas preguntas me vienen rondando desde hace unas horas, tras vivir una experiencia personal inesperada, que tiene mucha relación con mi desarrollo profesional.
¿Qué me ha ocurrido? ¿Porqué lo relaciono con el Teatro Foro?
Más de una vez he hablado por aquí sobre el Teatro Social, sus potencialidades, su relación con el Trabajo Social… He explicado mucho en torno a este tema, con el fin de dar difusión a algo en que lo que me desarrollo profesionalmente y, considero, está poco conocido.
Una de ellas, concretamente, es el Teatro Foro. Es una técnica del Teatro del Oprimido, creada por Augusto Boal, que busca generar dialogo con el público con el fin de concienciar y sensibilizar sobre una problemática social, desde la puesta en acción de las posibles soluciones. Pero esta vez prefiero no entrar en más detalles y que lo veáis en este vídeo de La Rueda Teatro Social.
Partiendo de esto, toda la difusión y explicación que se pueda dar está bien. Pero, más de una vez he pensado sobre lo que el Teatro Foro plantea: pasar del escenario a la vida real. Ahora bien, ¿y si le damos la vuelta al planteamiento? ¿Se puede analizar y reflexionar sobre una situación real en la que has actuado, teniendo en cuenta ciertas premisas del Teatro Foro? Si es cierto que Boal le gusta trabajar desde las problemáticas vividas, pero yo planteo si es aplicable hacer el análisis sin la necesidad de hacer la escena como tal.
Estas cuestiones e ideas, sin quererlo, se han visto asaltadas con motivo de una vivencia hoy mismo. Esta tarde, fui hasta la estación de Renfe-Cercanías de Zarzaquemada, a coger el tren para ir a trabajar. Pasé los torniquetes y comencé a subir las escaleras mecánicas hacía el andén. Según llegaba arriba percibo que algo ocurre, puesto que varias personas dirigen su mirada hacia la derecha. Cuándo ya estoy completamente en el andén, sigo las miradas y descubro lo que ocurre.
Pasaba que había una discusión entre una «pareja» (pongo entrecomillado porque desconozco la relación real, pero lo supongo por un dato que ahora contaré). Junto a la «pareja» hay un carro con un niño. Veo como él comienza a dar varios gritos, mientras varias personas dudan si acercarse o no. Yo también me acerco (pero sin parecer que lo hiciese) cuando, de pronto, el hombre agarra a la mujer y la balancea. Incluso llega a agarrarla del cuello un par de segundos. La mujer consigue zafarse y va a coger el niño del carro, pero el hombre lo intenta impedir, queriéndolo coger él. Ambos, a la par dicen «¡es mi hijo, es mi hijo!»
En ese instante, acelero el paso y llego hasta ellos, poniendo mi brazo entre ambos y empezando a dirigir mi mirada y palabras hacia él. Mientras, ambos forcejean con el niño, queriendo cogerlo ambos, pero ante unos pequeños llantos de este, él acaba soltándolo.
Un hecho personal que activa el «análisis profesional»
Lo primero que me resultó curioso fue que, a pesar de ser el último en llegar al andén, fui el primero en actuar directamente. En todo momento, además, desde la tranquilidad y la templanza (no sé cómo lo hago, pero os aseguro que los nervios están por dentro siempre). Y desconozco que ocurría previamente y a qué nivel, pero tenía toda la pinta que no había sido así repentino.
Por otra parte, además de mi actuación sosegadora y de separar, otra gente no hacía más que gritar y recriminar al hombre. Obviamente estoy de acuerdo, pero de primera mano percibí (por sus palabras, gestos de la cara y al tocarle el cuerpo queriendo frenarle) como su tensión aumentaba a cada grito, a cada reprimenda. Podría parecer que me pongo a favor del agresor, pero centré mi atención en él, con el fin de proteger a la mujer y el menor.
También, entre los gritos y las voces que escuchaba me llamó la atención una que decía: «¡llamad a la Policía!». No podía verla, pero estoy seguro que ella no lo hizo. Y os juro que en ese instante se me pasaba por la cabeza: ¿por qué en vez de decirlo no lo haces?
Por último, a esto le podemos agregar lo más sorprendente de todo. Llegó el tren, ella se sentó con el niño en un banco del andén, y él a su lado. Pero… ¡la gente se subió al vagón! Desde el vagón, la gente seguía diciendo cosas… pero no hacía nada. Entonces comprobé que me había quedado completamente sólo.
Llegados a este punto ¿qué fue lo que hice?. Al verme solo, pretendía esperar al siguiente tren (puesto que seguía llegando a tiempo al trabajo). Pero ocurrió que la mujer cogió el carro (con el niño en brazos) y se marchó del andén a coger las escaleras, como para salir de la Renfe. Él la siguió. Y yo, ante el hecho de pensar que poco más podía hacer, influenciado además por la responsabilidad de ir a trabajar, decidí montarme en el vagón.
Una vez dentro, no paraba de dar vueltas al asunto. Por una parte, preocupado por la mujer y el niño. Por otra, reflexionando y analizando todo lo que acabo de contar. Y, además, repitiéndome una y otra vez una pregunta: ¿podía haber hecho algo más? A lo que, mientras escribo estas líneas agrego: ¿hubiera actuado de otra manera si hubiera tenido la oportunidad de «ensayarlo»?
¿Porqué comparto todo esto?
El motivo principal es una de las cosas que consigue el Teatro Foro, reflexionar más en profundidad sobré cómo cada persona actúa ante una situación conflictiva en plena calle. Sobre todo, como esas actuaciones pueden llegar resolverla. Porque considero que, desde la reflexión, pasamos a la consciencia nuestras acciones. Y, cuando son conscientes, nuestra capacidad de transformación social empieza a multiplicarse de manera exponencial.
Pero también lo comparto porque sentí que era una vivencia completamente real que me pareció muy potente para analizar desde un Teatro Foro. Visualicé una escena que podríamos reproducirla para reflexionar, analizar y evaluar en grupo, acompañados, las posibles soluciones. Y, quizá, al llevarlo a escena, en un espacio controlado, nos permitiría ensayar estas soluciones y aportarnos habilidades y herramientas que utilicemos en la vida real.
En resumen, que esta vivencia me dio un motivo más para pensar que el Teatro es una herramienta con un potencial increíble en nuestra labor profesional. Y me pareció muy oportuna contarla, porque como insisto últimamente: «si quieres que tu mensaje cale, no me lo expliques, cuéntamelo».
[Imagen destacada: Basada en «Niño pensativo con gafas y tiza». Descargada de Freepik]
Fantástico, Israel.
Por supuesto que se pueden ensayar situaciones. No es eso lo que hacen los deportistas de élite para mejorar sus resultados?
Creo que es muy interesante trabajar esas habilidades y respuestas en frío porque así el cerebro sabrá llegar a ellas en un momento de alta tensión.
Yo misma no sé cómo reaccionaría ante determinadas situaciones y si las entrenase me aportaría mucha seguridad y control en dichos escenarios.
Gracias por la reflexión.