Acudir a terapia resulta muy positivo para ser mejores profesionales. Trabajar sobre uno mismo, conocerse más, entender las propias emociones, tomar consciencia de porque actuamos de determinada manera nos puede resultar de gran utilidad cuando intervenimos. Y a todo esto añadir que resulta enriquecedor y sanador tomarnos el espacio y el tiempo para preocuparnos por nosotros mismos.
Hoy, como veis, vengo reflexivo. Con un tema «nuevo». Una mezcla entre personal y profesional. Este casi mesecito de asueto, en el que hay temas personales muy candentes, me han llevado hasta este tema. Por otra parte, que queda poco para que haga un año de un post con toques personales que también me marcó mucho. Y, además, una conversación reciente con una compañera profesional (también emprendedora) en el que le conté mi experiencia.
Poniendo en situación
Como lanzaba al inicio, estoy con la idea rondando de lo oportuno y positivo que resulta para profesionales del Trabajo Social acudir a terapia (y cualquier profesional del ámbito social y terapéutico). Esto lo planteo desde mi caso personal. Hace casi un año comencé a acudir por pasar por un momento personal complicado y tener la necesidad de trabajar ciertos aspectos personales. Fue aquel momento en el que me planteé mucho el hecho de que mi «marca personal» se había comido a la persona. Y esta no era la primera vez que acudía, porque ya años atrás también estuve durante unos meses en un grupo terapéutico (que, “curiosamente”, utilizaba el teatro como herramienta).
Con el paso del tiempo, la experiencia y la conversación recientemente mantenida de fondo, me surgen ciertos aspectos. Primero de todo, que resulta curioso el hecho de que, en nuestra profesión, quizá se cumple el dicho de: «en casa del herrero, cuchillo de palo». Porque, en nuestras intervenciones siempre tenemos un mínimo de enfoque terapéutico, de sanar «heridas», para que se puedan superar las dificultades. Que estimamos más que oportuno realizar terapia en más profunda en muchos casos, derivando a profesionales más cualificados para ello. Pero, cuando nosotros nos encontramos en situaciones similares, quizá no siempre tenemos en cuenta estas ideas.
El quid del asunto
Desde esta última cuestión me planteo un hecho. Creo que asumimos la idea de que, como trabajamos con personas y ayudamos a otros a superar dificultades, somos capaces de superar las nuestras por nosotros mismos. Que tenemos las herramientas y habilidades para hacerlo. Incluso, considero que hay cierta presión externa, social (si nuestro entorno lo cree y nos lo dice siempre, al final acabamos asumiéndolo y queriendo responder a esa imagen que tienen de nosotros). Pero, si nos paramos a pensar, resulta muy oportuno e interesante el hecho de que una persona externa a nuestra vida, cualificada para ello, nos apoye y ayude a curar nuestras «heridas», superar nuestras dificultades.
Otro hecho es el aspecto de cómo somos como profesionales y como personas. Entendemos que, cada persona tiene su particularidad, sus cosas buenas y malas, sus virtudes y defectos. Pero, en nuestro caso, quizá se nos asumen de más algunas características (sobre todo positivas). Pienso, a primera mano, en la empatía, la escucha, la comprensión, la capacidad resolutiva, lo poco propenso al conflicto, la solidaridad… Por supuesto que podemos tenerlas y forman parte de nosotros (creo, incluso, que tenerlas son necesarias para ser un buen profesional de base). Pero, considero que no tenemos porque tenerlas totalmente potenciadas como persona ni en todo momento. Porque, también tenemos derecho a cabrearnos, a no entender, a no apetecer escuchar… (en nuestro plano personal).
La terapia es necesaria
Con todo esto que comento, como decía, el hecho de acudir a terapia me resulta ya no positivo, sino necesario. De base, por tener un espacio donde poder tratar nuestros temas y resolverlos desde una profundidad mayor que la que se puede conseguir cuando lo hablas con personas cercanas (recordemos eso de que un amigo o familiar no nos puede tratar ni intervenir porque pierde objetividad).
Desde este base, el hecho de trabajar por entender como pensamos, sentimos y actuamos, considero nos permite ampliar nuestras miras. Tanto por empezar a tolerar más como otros piensan, sienten y actúan, como por dar mayor objetividad a la valoración del otro desde tener en cuenta la nuestra propia (si somos conscientes la podemos “controlar”).
Por último, que buscar estar sanos nosotros mismos, nuestro equilibrio, nos hace cundir con el ejemplo (aunque no lo hagamos explicito con quién intervenimos), lo que aporta seguridad en lo oportuno de la intervención que estamos ejecutando. Y, además, que si mejoramos como personas, mejoraremos como profesionales (el «ser profesional» es solo una parte de la persona).
No somos superhéroes
Para acabar, pongo un ejemplo con mi intervención formativa. Cuando trabajo las «habilidades para hablar en público» busco que los participantes pierdan el temor y controlen los nervios teniendo experiencias de disfrute. Pero, yo he llegado a eso desde mi propio trabajo en este aspecto y consiguiendo disfrutar de ese momento. Así que, desde aquí, rompo una lanza en favor de que si tenemos que asumir el papel de “Superman/Superwoman” en la sociedad, lo hagamos solo en lo meramente profesional. Como personas (lo siento por los que tienen una imagen idílica de nosotros) somos como el resto. Con nuestras «heridas», nuestros problemas y nuestras dificultades, que nos hacen tan fuertes y tan débiles como cualquier otra persona.
[Imagen destacada: Ilustración Alberto Montt (Bajo Licencia CC-BY-NC-ND). Fuente: Dosis Diarias]
Tal y como hablamos totalmente de acuerdo! yo estuve en terapia un año. De las mejores decisiones que tomé. Me atrevería a decir más: no es ético desde el punto de vista profesional no haber recibido terapia. Uno está lleno de deformaciones personales que interfieren en nuestro trabajo. Por eso hay que promover la supervisión en el trabajo social como mínimo (hay gente realmente alergico a la terapia) Un beso desde Sevilla : )
Una entrada excelente, todo lo que señalas me parece importante y de mucho valor. Quienes nos dedicamos a profesiones del ámbito de lo social y de la ayuda también tenemos debilidades, problemas, emociones… no somos infalibles, no tenemos la solución a nuestros problemas, también nos agobiamos, nos sentimos mal. En definitiva, también necesitamos ayuda. Si desde muchas profesiones, como también comentas, es difícil ayudar a familiares o amigos, imagínate a uno mismo. Tenemos que tener la humildad y la valentía para pedir ayuda cuando la necesitamos, y para dejarnos ayudar. Enhorabuena por dar el paso y por ser también capaz… LEER MÁS >
Buenas días, Isra. Muchos profesionales prefieren llamarlo «supervisión». Yo acudo a un psicoterapeuta para cuidarme, para permitirme un espacio semanal de reflexión acerca de quien soy y qué hago aquí. Y no pienso dejarlo. Distanciaré las sesiones quizás, pero seguiré cuidándome. No estoy «loca», y no lo digo ni en broma. Es más, creo que estoy más cuerda que muchas otras personas, porque cuido de mi salud afectiva y emocional. Y lo seguiré haciendo. Porque me tengo mucho respeto. Porque respeto mucho a las personas que son destinatarias de mi trabajo. Porque solo sabiendo quien soy y cómo actúo, puedo… LEER MÁS >
me ha encantado este post y este desnudo personal. felicidades me ha emocionado y he podido conectar emociones!! un superbeso
Israel, me parece muy acertado el post, excepto el título… que parece que confiesas un defecto. Para dedicarse a cualquier profesión relacionada con la ayuda a los demás creo que es muy conveniente, sino imprescindible, haber realizado algún proceso terapéutico que permita conocerse a uno mismo a diferentes niveles, para así poder instrumentalizarse bien en esas relaciones de ayuda. Comparto. Un abrazo.
A mí me parece que con todo lo abiertos que muchos se creen, todo lo relacionado con psicólogos y psiquiatras sigue siendo tabú. El que cree que lo necesita, pues que vaya, y a ver si la sociedad abre la mente y no se considera a nadie desequilibrado ni loco por esto.
Besos 🙂