En unas horas comienza la huelga general numero 9 de la «democracia» y la segunda del año. Pero, para mí, será la primera que haga. Si, he tenido algunas que habré hecho en mi época de estudiante, pero esta es la primera vez que me enfrento a este día desde el rol de trabajador.
La verdad, la decisión me hizo reflexionar mucho. Cuando se convoco acababa de comenzar en un trabajo, con un contrato por obra o servicio, media jornada y periodo de prueba de 3 meses. Sí, ya se que solamente tener esta «basura» de contrato es un hecho que me llevaría a tener que protestar, pero el temor a perder un empleo recién comenzado estaba presente.
La reflexión, por supuesto, no se quedo ahí. No me resignaba a que este hecho me hiciese claudicar con algo que creo completamente necesario, con algo que apoyo desde el primer momento en que surgió la idea, desde que la propia reivindicación de convocarla ya se produjo. Si bien es cierto que, como he comentado en varios ámbitos, no considero esta acción como única en la lucha. Hay que hacer más cosas, hay que continuar la lucha el jueves, y el viernes, y dentro de un mes… Porque esta claro que el sistema político y económico (digo más, incluso de valores) esta tan anquilosado que un día de huelga no será suficiente.
Finalmente, la decisión llegó tras hablar con varios compañeros/as de trabajo que me indicaron, sin tapujos, su intención de hacerla. Y, además, claramente mostraron su vena luchadora reivindicando que bien merece la pena perder un día de salario hoy que toda una vida en el futuro. Así, decidí no tirarme para atrás, el equipo me dio el espaldarazo que necesitaba para sentirme seguro y perder el miedo. Pero, el último hecho curioso en torno a la decisión me ha ocurrido hoy mismo. Por suerte, mientras en unas empresas amenazan con el despido y demás estrategas a aquellos que se plantean hacer huelga, en mi caso el propio director del servicio se ha mostrado completamente coherente indicándonos que: «como bien sabéis, no tenéis porque comunicarme quién hará la huelga».
Para concluir, confieso sin tapujos que yo apoyo la huelga del #14N. Que la apoyo y que la haré. Seré uno más en esa lucha por los derechos del trabajo. Pero esta huelga no se queda ahí, lo sé. También es una reivindicación por los derechos sociales (Sanidad y Educación, sobre todo, y, por la parte que me toca, los relacionados con los Servicios Sociales) esos que tanto nos están recortando paralelamente y que hacen que cada vez sea más díficil mantenerse. Y es que, por muchas políticas de empleo que hagan o se empeñen en decir que la reforma laboral es positiva, ¿de que servirán si esos trabajos que podamos conseguir serán tan miseros que no podremos pagar todos los servicios que nos están privatizando?
P.D. Aprovecho para anunciar que dentro de mis acciones particulares de la huelga, durante el día de mañana no enlazaré en las redes sociales ninguna noticia que no tenga que ver en torno a la huelga.