Porque es una parte de mí que me ha marcado quién soy actualmente, tanto personal como profesionalmente. Porque compartir mi experiencia personal puede ser útil a otras personas. Porque también es necesario mostrar casos en el que se ha superado esta situación. En definitiva, porque: «Yo también sufrí bullying»… y hoy en día no tengo dificultad en contarlo.
Un tema que me toca de lleno
Si, el tema me toca de lleno porque, como decía la campaña que lanzó Inmaculada Sol (compañera de la BlogoTSfera), «Yo también sufrí bullying en el colegio». O como decía el post que publicó pocos días después, hay muchas personas que hemos sufrido este maltrato durante el colegio… pero pocas veces se manifiesta en público. Y ahora, más de 1 año después, hago lo que dije, compartir mi experiencia.
Reconozco que voy algo «tardío». Pero más vale tarde que nunca. Considero que este es un tema que, para cada persona, tiene su momento. Quizá ahora es mi momento personal, tras más de 2 años de terapia, en la que, obviamente, ha salido mucho de aquello. Pero también es verdad que, en todo este tiempo he ido observando un hecho que me llama poderosamente la atención: que parece que el tema solo tiene importancia por instantes y repuntes. Normalmente, instantes y repuntes provocados por algún caso de bullying con final trágico (algo que me suele indignar mucho).
A esto le puedo añadir que, cuando se abren debates en televisión, siempre suele haber grandes expertos hablando del tema… pero pocas historias en primera persona. Historias que puedan resultar una luz en el camino. O también ciertos proyectos vacíos de emoción, trabajo de habilidades sociales y resolución de conflictos. Un cocktail de elementos que, al fin y al cabo, no presta atención a como se siente quién lo ha sufrido. Y, sobre todo, que hemos tenido que sentir y hacer para llegar a superarlo.
Un resumen de mi caso de bullying
Mi caso empieza como los comentados, en el colegio. Siempre fui especialmente inquieto, gordito, con 7 años empecé a llevar gafas (el primero de la clase), solía hablar mucho… Y alguna que otra característica más que daban «razones» para meterse conmigo.
Un hecho que ejemplifica y recuerdo perfectamente era como recreo si, recreo también, acababa pegándome (respondía a las provocaciones). Cuando volvíamos a clase, la profesora preguntaba: «¿quién ha empezado?», a lo que la mayoría de la clase contestaba señalándome. Esto conllevaba acabar 1 h. de pie mirando a la pared junto a la pizarra (de espaldas a las mofas del resto). Lo peor de esos momentos era que sentía que no tenía ningún apoyo. Ni si quiera en casa lo encontraba de manera clara.
Pero mi caso no acabó en el colegio. Pasé al instituto y siguió. En este cambio ocurrió algo que me marcó mucho. Nos juntamos en clases formadas por alumnos y alumnas de varios colegios. Y al mes de empezar yo ya tenía a toda la gente nueva también en mi contra. A lo que yo me preguntaba una y otra vez: «¿qué he hecho yo para que pase esto si no me conocen?«. Esta pregunta, claro, no tenía respuesta. Simplemente la gente decidía seguir al «fuerte», al «líder», porque era lo más sencillo para asegurare la «supervivencia». Y es que, al fin y al cabo, parece que en esos momentos el grupo se dividía en «guays» y «tontos».
Durante toda la época de instituto los hechos se fueron sucediendo. Es cierto que, en mis 2 últimos años, algún pequeño grupo de «amistades» hice. Pero la fuerza de la violencia era mayor. A esto también le podemos sumar el rechazo habitual de las chicas que me gustaban, sin «razón» alguna como tal (para mí solo era el aspecto físico, puesto que yo iba engordando facilmente). Con todo esto, creo que no hace falta decir que mi autoestima estaba más que pisoteada, sino arrastrada por los suelos a merced de aquellos que me oprimían.
Y ya puedo rizar el rizo cuando digo que, incluso en la universidad, sufrí acoso. Pasaba que un compañero con el que coincidí era de Leganés y conocía a gente de mi instituto (de las que se burlaban de mí). Esta persona, dio validez a lo que le contaron y las compartía con el resto del grupo con el que me junté. Esto acabó provocando que me convirtiera en motivo de burlas por las espalda. Como cuando organizaron un viaje, hablando de forma velada delante mía en algún momento y, a la vuelta, se regodeaban de lo bien que se lo habían pasado. Yo corté de raíz pero, de nuevo, la pregunta del instituto volvió aparecer y a generar frustraciones.
Quién me ha visto y quién me ve
Esta frase es algo que yo mismo me digo de vez en cuando en tono de broma. Pero también muy en serio. Cualquiera que me conozca ahora un poco (o me siga por las redes) le podría sorprender. Habiendo sufrido bullying ahora me subo a los escenarios, imparto formación, realizo acciones teatrales de «calle», hago Clown… Vamos, una lista de cosas que lo que hacen es exponerme. Exponerme al juicio de la gente (eso es lo que la gente piensa). Aunque yo no lo siento de la misma manera.
No voy a negar que lo ocurrido ha formado quién soy ahora mismo. De hecho, hay algún caso posterior, en ciertos grupos, en el que he sentido cosas similares. Al cabo del tiempo he entendido que, al fin y al cabo, en parte ocurría que había aprendido a relacionarme desde el papel de víctima. Eso sí, a pesar de eso, había contextos de «vía de escape», dónde conseguía encontrar relaciones más sanas para mí (como Tarragona, donde viví 9 meses. Y dónde volvía cada año por ese motivo).
Por supuesto, ha habido un punto de resiliencia en todo el camino. Constantemente he querido levantarme, resarcirme. Quizá relacionada con mi vena más rebelde. De hecho, desde esa cuestión que me hice en el instituto, me he interesado por cómo funcionaba la sociedad y como nos afectaba en las relaciones. De ahí, en parte, mi especialización en Teatro Social y del Oprimido (y el especial interés en el Trabajo Social grupal y comunitario).
Pero también es cierto que en todo ese tiempo se acumuló mucha rabia y venganza, sobre todo a quién me acosó en la adolescencia. Estos sentimientos fueron motores durante mucho tiempo. De esto me di cuenta cuando comencé la terapia (era una de las cosas que había detrás del post «cuando la marca personal se come la persona»). Y reconocer que esto era así fue algo realmente doloroso. Fue como, sin anestesia, me abriesen una herida repleta de pus por dentro.
Hoy en día puedo decir que esas heridas están bien cerradas. Que, obviamente, no han desaparecido. Que, en cualquier momento, por ciertas circunstancias, puedo volver a resentirme de ellas. Pero todo lo que hago, tanto personal como profesionalmente, me ha ayudado a ello.
Me ha ayudado porque cuando he decidido mostrarme de verdad. He decidido sentir miedo y ridículo, reconocer mi vulnerabilidad y mis fortalezas, reírme de mis propias «neurosis» y dejarme llorar… Es cuando he podido encontrar una salida. Salida que viene marcada por conocerme cada día más, a cada paso que doy en la vida. Y, lo más importante, valorarme y quererme.
[Imagen destacada: Foto propia de «Señales en Escena», en el II Festival Con-Vivencias, intervención teatral que trabaja sobre el acoso escolar]
Hola Israel!!! Soy María, la trabajadora social que iba a tu casa cuando trabajaba en una conocida empresa de seguros, jejeje. Aunque no publique cosas te suelo seguir en facebook y ahora he leído tu artículo y me ha emocionado. Y sí…. yo también sufrí acoso escolar y también esa experiencia (por la que ningún niño, JAMÁS, debería pasar en su vida) ha marcado mi forma de ser. Desde siempre he pensado que los trabajadores sociales nos metemos en ésto porque queremos un mundo mejor, mundo que no hemos conocido, pero que sabemos que existe y que debemos forjar en… LEER MÁS >
yo tambien sufri bullying durante mucho tiempo , casi 10 años. Marco toda mi vida, mi infancia y adolescencia. Tuve dos intentos de suicidio peor aqui estoy. Ahora lo puedo contar sin problemas, pero me ha costado muchisimo.
Muy valiente Israel el compartir tu historia y muy duro. Es necesario leer estas historias de superación. Nos espera un camino complicado con nuestros hijos y hay mucho trabajo que hacer desde bien pequeños. Muchas gracias!
Hola Israel. Yo hice bullying en el colegio. De eso hace ya 23 años. Yo tenía 14 años. Ahora tengo 37. Yo tenía una amiga en el colegio. Una amiga de la infancia, probablemente mi mejor amiga. Los compañeros de clase se ensañaban con ella, la insultaban y se lo hicieron pasar muy mal. Yo le di de lado. La abandoné, nunca la defendí. Yo era una niña muy acomplejada y la dejé sola por temor a que se metieran también conmigo. La traicioné. De hecho había veces que me reía cuando los compañeros se metían con ella. Me sentía… LEER MÁS >