El fracaso no está reñido con el éxito, con el triunfo. Porque el éxito solo precede al fracaso y al trabajo en el diccionario. Porque fracasar es un sentimiento más del ser humano, que no podemos deshacernos de él. Y, sobre todo, porque fracasar también se puede (y debe) conjugar en la primera persona del singular.
Un tema que me daba vueltas…
Hace un tiempo vengo dando vueltas a este asunto. Como emprendedor y autónomo que soy, el fracaso ha estado más que presente en mi camino. De hecho, en ocasiones, hasta casi puedo decir que ha llegado a ser un alimento. Pero pocas veces lo he compartido por aquí. Eso sí, aunque no lo haya hecho por aquí, si lo he hecho en redes sociales. He tenido publicaciones puntuales en las que comentaba que había cancelado una función de cuentos (hace más de 1 año) o un taller (en mayo pasado).
Pero en las últimas fechas, he leído un par de artículos de compañeras de la BlogoTSfera (uno de Almudena Díaz y otro de Rocío Cáceres), que me han llevado hasta aquí bajo unas preguntas: ¿cómo he vivido yo el fracaso? Y, la que más importante y apetece aportar, ¿que pienso yo al respecto del fracaso?
¿Cómo he vivido el fracaso?
En mis ya casi 3 años en el camino emprendedor, el fracaso ha estado presente puntualmente. He decir que ha habido bastantes objetivos cumplidos, bastantes satisfacciones (más que fracasos). También, quizá, porque no considero todo un fracaso. Porque bien es cierto que ha habido mucho esfuerzo de «trabajo sin remunerar» en forma de reuniones que no acaban en acuerdos, centenares de mails enviados y llamadas realizadas con respuesta negativa (o sin respuesta) o proyectos que se gripan y quedan parados al poco de arrancar.
Todas esas experiencias, aunque quizá no sean fracasos al uso, son pasos que queman y lastran tu camino. Y provoca que al menor momento de fracaso, la energía de rechazo a este sea mucho mayor (como me ocurrió cuando suspendí mi segunda función seguida, tras la mencionada antes).
Llegados al punto de no retorno en el fracaso, lo importante era salir del barro. En un primer momento lo suelo ver tan negro que todos mis comentarios son casi atacantes contra aquellos que buscan apoyarme. También porque, en muchos momentos, parecía que no tuviera derecho a sentirme fracasado, frustrado por no haber logrado mis objetivos.
Pero, como se suele decir, tras la tempestad vuelve la calma. Y cuando esta llega uno comienza a limpiar su mirada, a ver ese fracaso desde otra perspectiva. Así, comienzo a valorar mejor los errores cometidos, las causas del fracaso y mi responsabilidad en él. Lo que acaba llevándome a un análisis más oportuno que me permite retomar el camino.
He de decir que en este último momento incluso me ocurren 2 cosas: me suele hacer gracia mi actuación reactiva al fracaso, lo bruto que me pongo. Me río de mi mismo. Y, además, incluso veo lo ocurrido como una experiencia que me enseña a seguir caminando más seguro hacia mi objetivo.
¿Y que pienso yo del fracaso?
Pues lo primero que me viene a la cabeza es algo entorno a la frase que aparece en la imagen de cabecera del post. Fracasar es un punto más del camino hacia tus objetivos. Pero esta idea engloba otras «pequeñas» ideas que me resulta necesario desmenuzar.
En primer lugar, que la sociedad actual no quiere ver el fracaso, lo rechaza de base. Tenemos la presión de ser exitosos, la visión de que compartirlo dará mala imagen de nosotros. En definitiva, no nos podemos permitir fracasar. Aunque si resulta peculiar el hecho que, cuando uno comparte su fracaso, todo el mundo da ánimos y lecciones. Y siempre hay alguien que dice: «yo también he fracasado». Pero yo me pregunto: ¿y por qué no lo compartiste cuando ocurrió, si podías aportar algo para el aprendizaje de otros?.
Otro aspecto, que parte desde esta reflexión anterior, es que debemos incluir el fracaso en nuestra estrategia comunicativa (hablo desde lo emprendedor, pero podría ser aplicable a lo personal). Si, darle una vuelta y convertirlo en información positiva, en contar al resto del mundo que, a pesar de haber fracasado, seguimos en el camino. Si, ese término tan de moda que es la «resiliencia» entra aquí en juego. En definitiva, es sumar esta circunstancia negativa como un valor añadido, poniendo de relieve nuestra capacidad de trabajo, esfuerzo y superación.
Claro, todo esto es fácil de decir, pero difícil de hacer. Hay muchas opresiones internas, muchos «policías en la cabeza» (como Boal los llama), que nos condicionan. Por eso hay que trabajar y aprender a vencerlas. Así, cuando pienso en cómo hacerlo siempre me vienen 2 vías:
- Técnicas de «Arco Iris del Deseo»: con estas técnicas (desarrolladas por Augusto Boal cuando vino a Europa), conseguiremos poner cuerpo, voz y concertar cuales son las opresiones. Así como darnos cuenta que son comunes en la sociedad, y empezar a buscar estrategias para vencerlas.
- Clown: con esta vertiente artística, podremos experimentar lo que sentimos y como afrontamos un momento de fracaso (es una de las bases de trabajo de hecho). Pero tiene a favor que lo haremos en un espacio controlado y libre de juicios, donde podremos jugar a probar soluciones, disfrutar de nuestro ridículo y asumir riesgos.
He de decir que las comparto porque ambas las he experimentado, en los talleres de Teatro Social y específicos de Clown que he realizado. Por ello puedo asegurar que los aprendizajes obtenidos en los ejercicios realizados, me han sido realmente útiles cuando los he aplicado a mis fracasos (y esto es otro ejemplo más de la utilidad del Teatro para la Intervención Social).
Concluyo con tres ideas…
- Dejémonos sentir el fracaso: digamos sin miedo: «yo fracaso», «he fracasado». Asumamos y aceptamos esta sentimiento como natural del ser humano. Porque vivir el fracaso, «disfrutarlo», siempre será más sano que negar o rechazar lo que nos ocurre.
- Duda del «éxito fácil»: no tengamos problema en hacerlo. Tanto del ajeno como del nuestro. Bien porque es casi seguro que ellos también fracasaron en algún momento. Y también valorar que hay mucho más trabajo detrás de lo que parece mostrarse (esto sobre todo lo digo por lo que vemos en redes). Y si no han fracasado, quizá es que aún no han llegado a ese punto del camino.
- Los fracasos conforman quien somos y condicionan como actuamos: tengamos siempre en cuenta que, lo que hoy vemos como un fracaso, quizá más adelante no lo es. Porque cada fracaso vivido de una manera sana, nos puede ser útil para ciertas decisiones que tomemos en el presente. Y sintamos orgullo de haber aprendido algo de cada caída, haber sido capaz de levantarnos y seguir caminando.
[Imagen destacada: Basada en «Hombre negocios fractura estadísticas». Descargada de Freepik]
Hola Israel, en mi opinión personal, si no te he visto nunca fracasado es porque, por lo que he visto de ti, aunque sea en algún vídeo, se ve que eres bueno en lo tuyo. Otra cosa sería alguien que se cree que puede llegar muy lejos pero realmente es mediocre y nadie le dice nada por no herirle. También es cierto que es muy fácil hablar desde fuera y no podemos sentirnos como tú te sientes cuando algo planeado no te sale. De todas formas, es una pena, al menos para mí, que lo que tú ofreces no se… LEER MÁS >
Buena reflexión que he comentado más de una vez en la formación y cursos q damos a Emprededores Juan y yo.
Por cierto, a lo de la resilencia…. en orientación sociolaboral hace como quince años, al menos, le llamábamos reforumación positiva, aunq quizás era entonces más una estrategia que una «actitud».
Enhorabuena por la valentía de compartirlo. Me sumo: «Víctor ha fracasado, y volverá a fracasar» (pero tampoco me fustigaré en exceso, lo justo para aprender y volver a la carga, jeje)
Saludotes!