¿Hay tipos de oradores según su gestión emocional? ¿Cuántas tipologías existen? ¿Cómo se podrían clasificar? ¿Unos son malos y otros buenos? ¿Qué caracteriza a cada cuál? Estas y otras preguntas relacionadas son las que han encendido la mecha del post de hoy.
Cuándo te percatas de algo mientras asesoras
Desde inicios de año he venido desarrollando una asesoría individual en Comunicación Oral con una antigua compañera de la universidad. Quería mejorar esta habilidad y establecimos un plan de trabajo de 7 sesiones.
Así, durante enero y febrero, un día a la semana, nos veíamos para trabajar durante 1:30 h. En el plan, se dio la circunstancia que ella tenía una charla que impartir, así que la aprovechamos para ir tocando los diferentes elementos internos y externos de la Comunicación Oral. Además, como iba a utilizar una presentación en PowerPoint, vimos unos consejos de diseño para mejorarla.
De todo el proceso, ha habido algo que fue un punto clave de mejora: el control de los nervios, la gestión emocional mientras se habla en público. Y a raíz de poner cierto foco en este aspecto externo, me he percatado de algo que hoy quiero compartir.
Los 2 tipos de oradores según su gestión emocional
Como decía, con el trabajo de esta asesoría he acabado llegando a la conclusión que existen tipos de oradores según su gestión emocional. Puede parecer una reducción muy grande, pero es que tiene que ver con el control de nervios durante el tiempo que dure hablar ante un público. Así, podemos clasificar en estas 2 tipologías:
QUIÉN SE PONE NERVIOSO
Normalmente, son personas que arrancan muy seguros y tranquilos. Pero, que van perdiendo fuelle según va pasando el tiempo. Los nervios van apareciendo y controlando cada vez más a la persona. Así, se van haciendo cada vez más “pequeños” en presencia escénica y suelen bajar su volumen de voz.
Esto suele ser habitual en aquellos que se han preparado a conciencia el discurso, incluso memorizándolo. En cambio, apenas han trabajado la improvisación o el feedback de la mirada. Y algunos “hechos” que activan ponerse nervioso y perder energía son: no percibir que está agradando la charla, que el público está demasiado silencioso o que haya algún imprevisto que descoloque demasiado.
QUIÉN COGE SEGURIDAD
En este caso, es al contrario. Suelen empezar inseguros, moviéndose demasiado, con mirada de duda y miedo… Pero, según se va desarrollando la charla, van ganando en presencia escénica, tomando agilidad en el discurso… Así hasta acabar sintiendo que ha sido una experiencia con posibles mejoras, pero satisfactoria.
Estas personas suelen ser aquellas que sienten no están capacitadas para dar esa charla, tienen cierto temor al público o no se muestran seguros y tranquilos con lo que van a decir. Pero, en cambio, se manejan bien improvisando, sacando partido al feedback del público o enganchándose a la energía de disfrute según van sintiendo que están funcionando las cosas.
Ambos tienen pros y contras
Al ver estas 2 tipologías, se podría pensar que el primer caso es el más negativo y el segundo el más correcto. Pero nada más alejado de la realidad. En cuanto a la gestión emocional, ambos tienen aspectos que descartar y aspectos que aprovechar.
QUÉ DESCARTAR
- En el primer tipo, ir perdiendo volumen de voz o escapar de la interacción con el público
- Del segundo caso, su temor excesivo ante lo que va a ocurrir o tener poca presencia al comienzo.
QUÉ APROVECHAR
- De quién se pone nervioso, la importancia que le dan a la preparación del discurso (sin olvidar que no hay que memorizar, como siempre digo) o su concentración previa
- De aquel que coge seguridad, su capacidad de adaptación y flexibilidad o su habilidad para aprovechar el feedback del público.
La clave: el equilibrio de los complementarios
A modo de conclusión, considero solo existe una clave en todo lo planteado: lo interesante es encontrar el equilibrio que genera trabajar uniendo los aspectos positivos y negativos de cada tipología. Porque ambos son complementarios (y no contrarios).
A parte de esto, resulta básico asumir dos hechos. Primero, que no siempre vamos a responder igual. Segundo, que el control de la gestión emocional se consigue con tablas. Es decir, habrá casos que nos pongamos más nerviosos y otros que cojamos seguridad. Y que a más horas de vuelo, más herramientas para controlar los nervios.
Para acabar, me permito dar un consejo: hay que dejarse un poquito en paz. O lo que es lo mismo, que no pasa nada por ponerse un poco nervioso previamente. Ni tampoco hay que martirizarse porque un día no haya sabido controlar los nervios.
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