Yo puedo decir que vivo del cuento. Pero en sentido literal y no despectivo. Porque aunque por el blog o las redes sociales de la impresión de ello, las cuentas no fallan. Y es que, a veces, las cosas no son lo que parecen.
Un arranque de año con cierta vorágine
Llevo unas semanas sin escribir ni aparecer por aquí. Por una parte, la falta de ideas claras para artículos. Por otra, cierta vorágine del arranque del año que me tiene bastante ocupado (y cuando digo bastante, me quedo algo corto). Vorágine, además, en la que se mezclan asuntos personales (que algo, quizá, os cuente en el mes que viene).
Cómo decía, el inicio del año ha llegado con bastante trabajo. La semana que viene me voy a Bilbao a impartir una formación sobre TICs con José María Regalado. También, estoy organizando un taller de Teatro Social para febrero (al que podéis apuntaros… #ahílodejo). Y, claro está, no faltan los cuentos.
Entre medias de la agenda, se va mezclando trabajo organizativo de varios proyectos en los que colaboro, como el Festival Anda que Anda (que tendremos los primeros días de febrero) o las Jornadas del Día de la Narración Oral de la Asociación MANO (que se celebran en torno al 20 de marzo). Y tampoco falta cuadrar reuniones para posibles sinergias y trabajos (tan habituales e importantes a principios de año para tener trabajo en el futuro).
Diciendo todo esto, quizá digáis: «oye, pues no le falta curro. Va muy bien. Cuánto me alegro…». El asunto es que quizá parece una cosa, que realmente no es. Y algo de ha removido en las entrañas, que han salido unas ganas locas de aclarar.
Hoy quiero confesar (y aclarar) que vivo del cuento
Sí, como decía la Pantoja en su mítica canción, hoy quiero confesar… Que yo no vivo del Trabajo Social, sino que vivo del cuento. Porque, actualmente, lo que me permite vivir es más lo segundo que lo primero.
Me ha surgido hacerlo porque cuando cuento lo que os decía antes, la gente suele pensar que estoy trabajando mucho en proyectos de Trabajo Social. Pero, de manera efectiva, no es cierto. Porque trabajos en los que haya un cobro son pocos. Eso sí, hay mucho, mucho, mucho trabajo de gestión y reuniones, que no es remunerado.
Por el contrario, en lo que a contar cuentos se refiere, pasa más bien al contrario. Obvio que hago gestiones para conseguir las sesiones. Pero me suelen dar más resultado en este caso. Y así hace que tenga una agenda cuentera bastante amplia cada mes.
Todo esto, al final, se vuelca en la contabilidad. Para ello utilizo una plantilla de Excel propia, que voy anotando la facturación según epígrafes (para facilitarme la tarea en los trámites de Hacienda). Así, viendo los resultados anuales, me indican que en 2017 el 74% de mi facturación fue relacionada con los cuentos. Y en 2016 fue el 88%. El porcentaje restante es de Trabajo Social (lo de Comunicación Oral, aunque sea epígrafe formación, a la hora del negocio agrupo ambos servicios).
Es bueno, sí. Pero no es oro todo lo que reluce
Contando todo esto, es obvio que alguien piense: «pero si no le va mal, tiene trabajo». Incluso alguien podría también decir: «no sé de qué se queja». El asunto es que no niego que me va bien (aunque siempre se puede estar algo mejor). Ni tampoco me estoy quejando.
Lo que he querido compartir es una realidad que quizá no lo aparenta. Porque en charlas con colegas profesionales así me lo transmiten. Y es lógico que lo piensen, por la cantidad de «comunicación» que generó en torno al Trabajo Social tanto por aquí como por redes. Pero, en este camino de emprender, creo que es positivo, necesario y oportuno que también hablemos de la realidad de nuestro negocio (al menos de vez en cuando).
Lo curioso es que lo hago para, a parte de aportar a la profesión, dar difusión a mi trabajo y ampliar las posibilidades de «contratación». Pero hasta ahora no es que haya dado grandes resultados (esperemos que en el futuro de más). Aunque también es cierto que esto también me hizo conseguir el Premio de la Fundación Grupo Ineprodes.
Para concluir, lanzo la reflexión de que no hay que quedarse con la primera impresión de un proyecto emprendedor para valorarlo. Sobre todo, porque puede haber diferencias entre lo que se comunica y lo que realmente se hace. En definitiva, como dice el refrán: no es oro todo lo que reluce. Y es que, a veces, las apariencias engañan.
[Imagen destacada: basada en «Trabajo duro, concepto de negocio». Fuente: Freepik]
También está muy bien ese dicho que dice: «el que siembra, recoge». Enhorabuena por esta entrada, me ha gustado mucho.