En el Trabajo Social también existe una parte comercial. Aunque la solemos rehuir, más que nos pese, es una tarea que toca realizar en algún momento. Quizá no somos la persona directa que la ejecuta, pero seguro que hay alguien que la ha hecho. Porque, al fin y al cabo, cuando tenemos un proyecto o servicio entre manos, tenemos que conseguir que nos lo «compren», para que pueda llevarse a cabo.
Mi experiencia y visión comercial
Ya os he hablado en ocasiones de mi quehacer diario como profesional autónomo (siempre desde el enfoque de Trabajo Social). Dentro de este tengo muchas más tareas “ocultas” de las que pueda parecer. Y una de ellas es la comentada, la labor comercial necesaria para poder tener trabajo que ejecutar.
Digo esto para entender todo lo que plantearé a continuación es desde la propia experiencia. Día tras día no puedo perder la visión de vender mis servicios. Busco que haya alguna entidad o persona que me lo compre, que pague por él. De esta manera, así recibiré mi «salario». Y el hecho de tener una pequeña tarea de venta no quiere decir que pierda mis principios y valores como trabajador social. Incluso al revés, se ven reforzados porque en los métodos y técnicas que utilizo (si se le puede llamar así a lo que yo hago) los tengo muy en cuenta.
Menciono este aspecto de los principios y valores porque, en muchas ocasiones este tema resulta escabroso por estar muy asociado a las políticas de corte neoliberal o capitalista. Es algo de lo que, indirectamente ya hablé en mi post sobre «Trabajo social y dinero». Pero estamos asociando todo un concepto y rol profesional a un tipo de políticas y sistema de mercado, cuando no tiene porque ser así.
El concepto y la labor comercial no se puede asociar solamente al neoliberalismo o el capitalismo. El comercio y el mercado existían mucho antes que estas políticas. De hecho, siempre ha existido. El trueque, al fin y al cabo, es también un comercio y mercado, donde se «comprobaban» y «vendían» productos. Simplemente, tiene otros valores de fondo (quizá hasta mucho más sociales).
Si planteo todo esto es por un hecho: que cuando hablamos de vender un producto o servicio no todos tenemos el fin de lucrarnos a costa de quién lo consume. Y donde digo producto o servicio puedo decir proyecto, entrando aquí más de lleno el Trabajo Social.
En el Trabajo Social también vendemos
En la intervención social sabemos que nos basamos, en la mayoría de los casos, en el trabajo por proyectos. Incluso hasta dentro de la Administración Pública surgen iniciativas así que, para poder llevarse a cabo, resulta necesaria una financiación. Y con esto, entramos ya en el juego comercial.
Pues fijaros, pero resulta que en la tarea de buscar financiación ya estas vendiendo tu proyecto. Estas buscando que te escojan a ti frente a otros. De esta manera ya estas entrando en el juego de mercado. Si, en el mercado de la financiación y la inversión, donde están presentes entidades públicas (en forma de subvención, contrato o concurso); privadas (dedicadas específicamente a estos productos), bancos; departamentos/áreas de Acción Social, Obra Social y Responsabilidad Social Corporativa… En resumen, un campo muy amplio y, a mi parecer, gran desconocido para los profesionales del Trabajo Social.
En todo esto es cierto que, quizá, no siempre será el trabajador social quién ejecute esta tarea. Dependiendo de la entidad en la que trabaje. Suele ocurrir que, dentro del organigrama, hay una persona o personas encaminadas a estas funciones concretas, a buscar esa financiación e inversión. Pero que no las llevemos a cabo nosotros no quiere decir que no existan y las obviemos, puesto que nuestro puesto de trabajo, en determinadas ocasiones, depende justamente de que esas personas cumplan con sus objetivos.
Teniendo claro esto no hay que olvidar una idea: si somos nosotros quienes emprendemos, más que nos pese o no nos gusten, serán necesarias llevar a cabo estas tareas. Es algo que debemos aceptar desde el inicio si estamos de acuerdo y queremos fomentar el emprendimiento y la innovación desde el Trabajo Social (y eso no quiere decir iniciativa privada). En definitiva, ser el motor de un nuevo proyecto conlleva que tengan que estar presentes todos los engranajes y elementos para que funcione.
Vendemos… pero no somos comerciales
Por último quisiera mencionar algo que tiene mucha relación con todo esto. Cuando hablo de comercial, como habréis atisbado, me refiero a ello como un rol profesional, una serie de tareas y funciones. No aludo al concepto como una profesión en sí misma (que podemos debatir si la hay). Esto es importante tenerlo en cuenta porque, en ningún momento he hecho referencia a esas ofertas de empleo de “Captadores de socios” o “Promotores de entidad”.
Soy el primero que no estoy de acuerdo con ciertos planteamientos de estos puestos. Que por ser profesional del sector social no quiere decir que vayas a desempeñar esas tareas bien… ni que tengamos que decir que estamos haciendo Trabajo Social. No, en ese caso nuestro trabajo es de venta, nuestro objetivo será vender. Por muy social que sea la entidad. Además, no cualquier trabajador social, educadora social, etc. tiene por qué estar preparado para ello.
En conclusión. Que la intervención social (en general) necesita de la labor comercial, de tener en cuenta que, en algún momento del proceso del proyecto, habrá una “compra-venta” para que pueda llevarse a cabo. Porque sino la defensa de ideas como que “la inversión en políticas sociales es necesaria y no un gasto” jamás tendría sentido. Eso sí, en todo este proceso, no olvidemos nuestros principios, valores y objetivos del Trabajo Social, utilizándolos a nuestro favor.
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