Nuestra estética no demarca nuestra profesión. O si. Porque hay casos que una forma de vestir te hace intuir a que se dedica la persona. De hecho, yo he «jugado» mucho en el metro a esto. Pero también ocurre a la inversa, cuando sabemos su profesión se genera una imagen con una estética concreta. Y quizá, en el Trabajo Social pasé lo mismo. O no.
Y yo ¿tengo una estética? ¿cuál es?
Hace unos días leía un post de Rocío Cáceres, compañera de BlogoTSfera, hablando sobre su «cambio» de estética con el paso del años. Pero ella defendía la importancia de que la esencia, el fondo, de la persona no había cambiado (os invito a leerlo antes de seguir leyendo). Esto me hizo reflexionar mucho sobre la cuestión planteada, de si en Trabajo Social tenemos una estética concreta. Y si se mantiene (o debe mantener) o no con el paso del tiempo.
Con respecto a esto pienso en mi caso. Yo, en este tiempo, apenas ha habido cambios en en mi fondo de armario. Si acaso más pantalones vaqueros, algún chino y camisas (pero seguirás sin encontrar americanas ni chaquetas de vestir). Antes era más ropa cómoda de estética «montañera» (del Quechua, vamos). Sobre todo era por comodidad e idoneidad con respecto a mi trabajo habitual de Monitor de Tiempo Libre.
Pero en el momento que empecé a subirme al escenario y moverme como freelance, la cosa se fue ampliando. Primero, porque tanto en el momento narrador, como en el de formador me estoy exponiendo públicamente (y eso me hace plantearme más que imagen muestro). Y, sobre todo por el hecho de moverme en espacios de negocios, como ya he contado alguna vez. Espacios donde impera otro tipo de vestuario bastante diferenciado (llegando a ser muy opuesto incluso) del mío.
La clave, adaptarse al contexto y «publico»
Tomando como referencia este cambio, es de donde surge la clave. Creo que lo principal es saber adaptarse al contexto y al público. Pensado, sobre todo, en una premisa: más que nos pese, nuestra forma de vestir genera una imagen en quién nos mira, comunica quién somos, nuestra actitud ante la vida. Incluso, hasta nuestra capacidad económica y nuestra ideología.
[minti_pullquote align=»right»]Nuestra forma de vestir genera una imagen en quién nos mira, comunica quién somos, nuestra actitud ante la vida. Incluso, nuestra capacidad económica y nuestra ideología. En definitiva, genera «imagen de marca».[/minti_pullquote]
Si yo he añadido camisa es por dar un toque más de «seriedad» a mi imagen, porque esta transmite esa idea, que me parece importante al reunirme con empresas. Además, conseguir que perciban que estamos en actitudes similares exige adaptar tu «lenguaje». Pero, eso si, también puedo «jugar» con el tipo de camisa (a cuadros, coloridas, más juveniles, por fuera si no llevo nada encima…) demarcando así una diferencia y un mensaje que me interesa resaltar y «vender».
Creo que, con simplemente esto que os cuento, en vuestra cabeza han surgido miles de ideas en torno a cómo es mi trabajo, mi actitud, cierta ideología… Todo eso se añade a tu «imagen de marca». Y eso es lo que hemos de tener en cuenta siempre. Para ello, considero un par de «trucos»: mírate desde fuera y observa si es la imagen que quieres dar, si representa todo lo que quieres mostrar de y asociar a «tu marca». Y, cómo decía, estudiar si quién nos va a mirar va a entender ese mismo mensaje, habla el mismo «lenguaje».
Sobre la «estética del Trabajo Social»
Ahora bien, creo que he de aceptar que soy el primero que, si me dicen que haga una descripción de la vestimenta de un profesional del Trabajo Social, podría decir algunos aspectos: camiseta, vaqueros, sudaderas (no tiene porque ser tipo las que tienen capucha), calzado más bien tipo deportivo… Ahora bien, si os fijáis son elementos más bien genéricos.
Si lo abarco así es por la clave que decía, la del contexto y el público. Pero ya demarca mucho el tipo de vestimenta. Porque, ¿acaso imagináis a alguien que vaya a intervenir en la Cañada Real de Madrid yendo de «traje y corbata»? La imagen resultaría más que impactante, ¿verdad? Es inevitable, ya que lo que nos evoca ese vestuario es algo que nos resulta muy alejado del trabajo de campo y nuestra profesión. En todo caso, si lo vemos en la universidad, ya no choca tanto. Hasta le añade el plus de intuir que tipo de asignaturas imparte.
Diciendo todo esto me viene a la mente el caso de un compañero que tuve en la universidad, que venía a clase con ropa y complementos más bien caros (y cuando digo caros, me refiero a «Caros», con mayúscula). No negaré que siempre pensé que ese chico no le veía yo ejerciendo mucho el Trabajo Social. Porque pensaba en lo inoportuno que podía ser aparecer así vestido en ciertos contextos y frente a cierto tipo de personas. Y porque estaba muy alejado de la imagen que yo tenía (y tengo), por supuesto.
Desde esta visión, podemos ver cómo surge lo comentado antes: la identificación del vestuario con una capacidad económica. Y, por ende, de una ideología. Esto, por supuesto, viene muy resaltado por la potencia de la publicidad en nuestra sociedad (a tal nivel ha llegado que, incluso, ha sido capaz de «eliminar» las clases). Pero, quizá, el hecho de asociar tanto nuestra profesión a la intervención con colectivos en exclusión y de bajos recursos económicos, demarca mucho esta estética. Al igual que, el aspecto que perseguimos el cambio y la transformación social, es algo fuertemente vinculado al pensamiento de izquierdas (y de su estética implícitamente).
En conclusión, considero que el Trabajo Social sí que tiene una estética asociada, porque tenemos una imagen hasta nosotros mismos, dentro de la profesión. Pero igual que hablamos de no prejuzgar a nuestros usuarios, debemos hacer consciente nuestra imagen y nuestro posible prejuicio si vemos algo que «se sale de la norma», para así controlarlo. Y me parece importante que, para conseguirlo, podemos tener en cuenta la adaptación a diferentes espacios y entornos, un valor de nuestra profesión. Llegando a utilizarlo a favor en lo que a estética se refiere.
P.D. Se ha de tener en cuenta que, la visión de este artículo es desde un chico. Digo esto porque, normalmente, las posibilidades de elección son algo menores. Si no, simplemente «daros una vuelta» por las tiendas de ropa y mirad el tamaño de la sección mujeres y la de los hombres. Pero, mi conclusión e «imagen estética» es igualmente aplicable para ambos géneros.
[Imagen destacada: Basada en «Colección de corbatas de colores». Descargada de Freepik]
Depende mucho de con qué colectivos trabajes. Por lo que yo he visto, los de cooperación al desarrollo tenían más bien pinta de tiraos. Pero si trabajas con gente mayor es mejor ya no digo ir bien vestido, sino «no cantar». Me dijo una mujer que al caerse en la calle un travesti la ayudó. Ella decía que son buenas personas, pero vaya pintas. A mí las pintas me la traen al fresco, pero es que tengo cuarenta y tantos años y soy más pasota que cuando tenía veinte. Pero los ancianos ya son otra cosa.
Besos 🙂
Muy buen artículo Israel! Por aportar algo al debate en mujeres sí puedo decir que he percibido varias estéticas asociadas al trabajo social, que dependen algo de la edad. En mujeres hasta los cincuenta y… veo mucha ropa con colores alegres y de marcas no muy caras como Desigual. Pero también hay colegas que visten marcas más caras. Y sobre la asociación de las marcas con la ideología no comparto que siempre se tenga que dar, dependiendo de otros factores como las costumbres de la familia en la que nos hemos socializado, de la ciudad en que vivimos y de… LEER MÁS >
Bueno recuerdo a una compañera que fue con joyas y ropa cara y el primer día de trabajo. la respuesta de la institución no se hizo esperar, y el mismo día le dijeron que se abstuviera de ese tipo de complementos y fuera más acorde a la vestimenta de una trabajadora social. En el caso de los trabajadores sociales, yo tb. comparto contigo Israel que la imagen debe ir pareja al colectivo al que se atiende y también voy casual al trabajo un abrazo y excelente artículo 🙂
Buen post, muy interesante.
Como profesionales proyectamos una imagen y esa imagen configura el imaginario profesional, por lo que es vital que lo cuidemos y, sobretodo, que lo reflexionemos. Desde mi punto de vista, entiendo que no es de recibo usar según que complementos, pues va en desacuerdo con una praxis que apueste por dejar de lado la postura del experto/paciente, ahora bien, tampoco podemos caer, como ocurre en ciertas ocasiones, en la despreocupación absoluta en torno al vestuario. Un chándal dice unas cosas, in traje otras muy distintas, pero en los blancos y negros hay grises.