El mayor golazo de Messi lo metió la semana pasada. Y se lo metió a la sociedad en general y, concretamente, a todos los españoles y españolas. Por mi parte poco más que decir. Porque hoy de nuevo abro el blog a un invitado y a una publicación de un amigo en Facebook. Es Charlie Round (que ya publiqué unas reflexiones suyas sobre unas palabras del Papa Francisco) y ayer publicó la siguiente reflexión por lo ocurrido con Messi el pasado viernes, cuando fue a declarar como imputado por fraude fiscal. Creo que va al kit de la cuestión, a como el fútbol se ha convertido en algo más para la sociedad que tergiversa la visión de la realidad, traspasando lo puramente deportivo. Os dejo con la reflexión:
El paso hace unos días de Leo Messi por los juzgados de Gavà tiene un toque preocupantemente berlanguiano. Y digo preocupante porque esta España se parece cada vez más a la de Berlanga. Se podría haber rodado la misma escena sesenta años atrás, en blanco y negro con un espléndido y desternillante José Luis López Vázquez en el papel del futbolista. Nadie habría notado la diferencia entre esa España gris, oscura, absurda, esperpéntica, subdesarrollada cultural y mentalmente y la España de hoy en día.
Y es que sólo un grupo de idiotas espera varias horas al sol para aplaudir a un señor que ha reconocido defraudar casi cinco millones de euros al erario público. Es decir, que ha robado a los mismos señores que le jalean y animan a la entrada del juzgado como si fuera un héroe. No es de extrañar que su entrada y salida por el juzgado lo hiciera entre mal disimuladas risas y levantando el pulgar en señal de victoria. Es la misma sonrisa que tenía Camps. La de quién podría haberse permitido el lujo de decir públicamente que los valencianos son subnormales y aún así ganar de nuevo por mayoría absoluta. Es la sonrisa prepotente de tantos otros caciques, deleznable figura tan arraigada en la cultura castellana. La soberbia de quién sabe que entrará por una puerta pero saldrá por la otra. Y además lo hará con su figura reforzada y unos cuantos millones más en la saca. Si el juez de su caso se comportara con la misma clemencia que la justicia española trata a los parados que no pueden pagar unos pocos miles de euros de sus hipotecas, seguro que al señor Messi se le quedaría otra cara. Pero claro, a una estrella del fútbol se le debe mantener libre y contento. No sea que si se le mete una temporada en prisión, como debería ser, el pueblo se subleve y esta vez la cosa vaya en serio.
Pero este degradante recibimiento es algo que va mucho más allá de lo anecdótico. Es el mejor reflejo de la estupidez española, de esa profundísima ignorancia de la que se siente tan orgullosa, de su doble moral, su amor por lo superfluo y su único interés en lo banal. Es la España que no sólo consiente lo intolerable sino que además lo justifica, después lo glorifica y, de esta manera, lo perpetúa. Los españoles parecían haber comenzado a madurar cuando Urdangarín realizó el mismo paseo entre merecidos insultos y abucheos. Sin embargo, todo fue un espejismo. Esa vergüenza con tintes medievales que cientos de ciudadanos baleares hicieron pasar al yerno del Rey, quién al menos tuvo la dignidad de presentarse al juzgado visiblemente abochornado, se quedó en otro mero chascarrillo de esa actitud tan española que es explotar de rabia al instante y desinflarse rápidamente como si no hubiera pasado nada. Ya lo dijo Gerald Brenan durante los años cuarenta en su «Laberinto Español» y sigue con plena vigente hoy en día. Lo vimos en el gran apoyo social al 15-M y en los pocos militantes que hoy continúan insuflándole vida de cualquier manera. Lo vemos en la masa de manifestantes ante un nuevo varapalo social que no aparecen en la movilización del día siguiente.
Hechos como el de Messi hablan por sí solos pero resultan más bochornosos cuando un micrófono comete el error de dar voz a sus protagonistas. Una de las mujeres entrevistadas decía que estaba ahí para apoyar a Messi porque «el chico está pasándolo muy mal». Sería interesante conocer cuántos desahucios ha intentado impedir esa señora o a cuántos porrazos de los antidisturbios ha recibido para defender el derecho los afectados por la estafa de las preferentes a recibir justicia. Un hombre decía muy orgullosamente que «Messi será un ladrón, ¡pero yo soy del Barça!». Otra joven daba un argumento con tintes hegelianos pero sin tesis final: «Está mal lo que ha hecho… Pero es que es Messi, joder». Esto nos muestra que para mucha gente da igual lo que haga Messi porque es Messi o juega en el Fútbol Club Barcelona. ¿Y si Messi hubiera cometido los crímenes de José Bretón? ¿Serían éstos menos monstruosos? ¿Harían también vigilias a las puertas del módulo de aislamiento con los colores del Barça pintados en los mofletes para decirle que a pesar de sus faltas siguen amándole? La única declaración inteligente de todas las que he visto es la de un señor mayor que decía que «Messi para el campo de juego está muy bien pero lo que ha hecho como persona está muy mal. Muy mal». Esto es España, señores. Tenues destellos de sentido común perdidos en un océano de mediocridad.
Todo esto nos demuestra que el fútbol ya no solamente sirve como narcótico del sentido crítico colectivo sino que también puede ser el catalizador de toda la ponzoña nacional. Si Rajoy y Rubalcaba desean perpetuarse en el poder y reflotar el perenne hundimiento de sus encuestas a la velocidad de la espuma, deberían fichar a las estrellas del balompié en sus equipos de gobierno. Con media plantilla del Real Madrid tomando las riendas de la Moncloa nos entrarían mucho mejor los supositorios sociales de Berlín y Bruselas. Seguro que a la mayoría de los españoles no les importaría quedarse sin pensiones, sin sanidad ni educación si es Iker Casillas quién se lo dice. Hasta le agradecerían que se dignara a dirigirse hacia ellos. ¿Por qué no poner a Sergio Ramos al frente de la trama de los ERE? La gente olvidaría los chanchullos socialistas y el sindicalismo español alcanzaría niveles soviéticos. También habría que enviar a la plantilla del Barça para que desvalijen varios Carrefour y se lleven un puñado de carritos con alimentos básicos para las familias más necesitadas. Daría igual que Puyol o Piqué golpeen a varias cajeras hasta dejarles la cara hecha un Cristo. Serían unos héroes del pueblo. Y ya, para rizar el rizo y completar el desastre, podrían desplazar a los Borbones para convertir a Cristiano Ronaldo como nuevo Jefe del Estado. Quizás esto no sería una gran idea porque medio país no reconocería su legítimo reinado y querrían a Messi en la Zarzuela. Entonces volveríamos a tener otra guerra civil. Aunque esta vez para muchísima gente, la masacre sí que tendría sentido. Lo cual podría haber sido una gran idea para una película de Berlanga.
Charlie Round
[Imagen destacada: Realizada por @IgnacioMiguelez. Fuente: SportYou]
P.D. Os dejo otro buen artículo que también va en la misma línea.