Lo que se está contando, los sucesos que van ocurriendo, la historia, debe estar más presente y tener mayor protagonismo que el mensaje. Esta es una de las que considero claves para contar cuentos. Al final, todas las historias tienen unas conclusiones, un aprendizaje, que quedará en quién escuche. Esto no es igual en cada persona, pero no por eso deja de ser una buena historia o de haber sido bien contada.
Hoy me pongo reflexivo en mi vena de narrador oral. Llevo un mes de junio de muchos cuentos (esa es la razón de llevar casi un mes sin publicar. Lo siento seguidores habituales). Muchos eventos cuenteros en los que he contado, pero también he escuchado y aprendido mucho. Además, teniendo oportunidad de escuchar a mucha gente y muy diversa. Y entre tanto aprendizaje, he dado muchas vueltas a la reflexión del inicio. Quizá pueda parecer de perogrullo para muchos narradores, pero por mí parte no he sido totalmente consciente de esto hasta ahora.
Para ubicaros un poco en este mes, el 9 de junio estuve contando en Pinto, en un evento de una asociación por el Sahara y en Fuenlabrada, en el Festival Sal a la calle 3. Luego, el día 12, con mis compañeros de Sin Venir a Cuento en La Infinito. El jueves 13 me marche a Guadalajara a contar «En la puñetera calle», a las puertas del Teatro Moderno. Después fin de semana de Maratón de Cuentos de Guadalajara. Y, por último, del 21 al 27 el Festival Yo te cuento Madrid, festival como muestra de fin de curso de La Escuela de Cuentacuentos, en el que conté en la última sesión.
La reflexión en cuestión viene dada del jueves 13, cuando conté a las puertas del Teatro Moderno. Allí tuve la oportunidad de compartir «escenario» con muchos veteranos y buenos narradores. Una oportunidad como aquella había que aprovecharla al máximo, así que no dude en preguntar, posteriormente, que les había parecido mi cuento y como había contado. Y aquí surge todo. Varias personas destacaron que había prevalecido el mensaje por encima del cuento. De hecho, en palabras de uno de ellos: «Había sido demasiado pedagógico».
Yo escuche estas críticas, porque en todo momento fueron constructivas y con buen corazón. Además, yo había preguntado. Pero sobre todo había algo de base. Si varias personas, que saben de lo que se hablan, te dicen lo mismo, les diste la misma impresión, es que algo de razón deben tener. Reflexionando acabé aceptando este hecho, aunque también alegué a mi favor que el contexto me había invitado a la elección de esa historia (era un acto reivindicativo y el cuento tenía cierta relación con el ánimo de luchar por los sueños). Y todo esto se culminó cuando leí la referencia a mí cuento, en la crónica del evento en «Cultura enGuada», que dice: «igual reafirma las tesis filosóficas de Marx que los planteamientos literarios de los Hermanos Grimm». Entonces yo pensé: «Si el periodista ha llegado a esta conclusión es que el mensaje, claramente, ha estado demasiado remarcado».
Después vino todo un Maratón de Guadalajara en el que tuve oportunidad de escuchar a muchos con los que había compartido contada ese día. Y entonces visualicé a que se referían. En todos destacaba un hecho: la historia, lo que se contaba, las acciones que iban sucediendo y que te iban llevando de una a otra con ganas de seguir escuchando que pasaba. Y así hasta llegar a un final en el que te quedas con ganas de más o con una reflexión.
Todo esto siguió presente durante esta semana de cuentos del Festival «Yo te cuento Madrid». Hasta ayer, 27 de junio, que me tocó contar. Conté por primera vez 20 min. de manera profesional (digo esto porque había estructura e hilo conductor en el que se asentaban las historias. Sobre esta, además, trabajaré para hacer mi primera sesión individual). Y después de escuchar a la mayoría de mis compañeros y compañeras de escuela, y después de contar ayer, soy totalmente consciente de la conclusión inicial, la historia tiene que tener más fuerza que el mensaje.
Por supuesto, no niego que cada cuento, historia o anécdota que se elige contar tiene algo que aprender, que nos ha marcado (y por eso elegimos contarla y compartirla). Eso sería negar el sentido de muchos cuentos tradicionales. Pero este mensaje tendrá tanta fuerza como bien haya sido contada. Vamos, que si eres un tostón, aburres, te lías, te alargas en exceso, etc. va a ser difícil que la gente te siga y, por consiguiente, llegué ese mensaje. A parte, que lo interesante de los cuentos está en que cada cual pueda sacar sus propias conclusiones.
Mi conclusión con todo esto es que, a la hora de contar, lo que hace que le resulte atractivo al oyente es el juego que el narrador le da, ya sea con humor, con hacer una doble lectura, con poetizar ciertos pasajes… Al fin y al cabo, cada narrador tiene su manera de contar y eso es lo que le hace destacar y diferenciarse. Y ahí reside la riqueza de un arte como la Narración Oral, en la diversidad.
P.D. 1 Sobre este tema hablaré este próximo domingo en La Hora Léptica, en la sección «Viniendo a Cuento».
P.D. 2 No puedo evitar reflexionar algo en relación al Trabajo Social. Y me lanzó varias preguntas: ¿tenemos en cuenta esto a la hora de dar recomendaciones a las personas con las que intervenimos? ¿Aprovechamos el potencial de saber como contar las cosas para sensibilizar y concienciar? ¿Lo tiene en cuenta en la sociedad, cuando escucha y ve los discursos de los políticos? Ahí las dejo, quizá reflexione más a fondo sobre ellas próximamente.
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